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Domingo 8 de diciembre de 2013

Econom�a: crecimiento, crisis y recuperaci�n, la pol�tica del eterno retorno

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Fuente: La Naci�n


Autor: Eduardo Levy Yeyati


"�En qu� sentido la rutina de la democracia cambia la econom�a?", se pregunta un distinguido colega. Los textos acad�micos han concluido que en democracia aumentan la presi�n tributaria y el gasto p�blico, nos dice. "No parece muy emocionante", concluye. En todo caso, treinta a�os no es mucha distancia, pero es suficiente para intentar trazar l�neas en el devenir ruidoso de la coyuntura. Instant�neas. Apuntes sueltos para desarrollar m�s tarde, o dentro de 10 a�os.



No somos tan distintos. Pocos recuerdan que la democracia volvi� en 1983 cargando la mochila de plomo de la crisis de deuda de 1982, la misma deuda que nos regal� ese d�ficit financiero del 6% del PBI, que fue financiado con emisi�n inflacionaria, echando por tierra los recurrentes acuerdos de precios y salarios. O la eterna escasez de d�lares que imprimi� un sesgo alcista al tipo de cambio ("el d�lar s�lo puede subir"). O ese efecto colateral de la inflaci�n cr�nica, la "dolarizaci�n real": la indexaci�n de precios y salarios al d�lar por falta de mejor opci�n e independientemente del contenido importado (lo que nos llev� a insistir en imposibles acuerdos de precios y salarios hasta capitular con la convertibilidad, la madre de todas las tablitas).



Pocos recuerdan que otros protagonistas de la crisis de la deuda (Bolivia, Brasil, Per�, Uruguay) vivieron situaciones similares hasta principios de los 90, cuando los Estados Unidos finalmente reconocieron que la deuda era impagable y aceptaron una reestructuraci�n con quita (el llamado plan Brady, que sign� el origen de los mercados emergentes). No por nada se habla de los 80 como la d�cada perdida "latinoamericana".



La econom�a ha sido, por razones propias y ajenas, el tal�n de Aquiles de los programas pol�ticos en democracia, frustrando a mitad de camino los planes de gobierno (la reforma alfonsinista, la modernizaci�n menemista, el desarrollismo populista kirchnerista) con crisis recurrentes que abonan una narrativa de econom�a emergente que hoy es anacr�nica en la mayor�a de nuestros vecinos: per�odo breve de recuperaci�n y crecimiento acelerado, seguido de crisis, seguida de per�odo breve de recuperaci�n y crecimiento acelerado, etc�tera. Los 30 a�os de democracia nos encuentran nuevamente exorcizando los fantasmas de una crisis de otra �poca.



Historia econ�mica de la democracia. En el origen, fue la deuda impagable, la hiperinflaci�n destituyente. Despu�s, la convertibilidad dolarizadora fruto de la h�per, abonada por dos fracasos tempranos (Bunge y Born, Erman Gonz�lez) y por la necesidad de contener la inflaci�n para preservar la gobernabilidad. Despu�s el sobreendeudamiento en d�lares, fruto de la convertibilidad (de su �xito, y de la imposibilidad de financiarse en pesos, m�s seguro pero m�s caro, sin aludir al riesgo de una devaluaci�n tab�) y fruto tambi�n del plan Brady, que reemplaz� al banco prestamista por el inadvertido bonista italiano que compra y vende con el diario de la ma�ana. Despu�s, la devaluaci�n, la crisis purificadora que todo lo excusa, esta vez sin perder tiempo como en los 80: inmediata pesificaci�n de deudas locales y reestructuraci�n de deudas globales, para limpiar pasivos p�blicos y privados, y empezar de nuevo.



LA ESTRATEGIA DE LA CIGARRA



As�, el origen de la crisis de la convertibilidad no est� en abril de 1991 ni, como hemos escrito en alg�n lado, en la h�per de 1989, ni siquiera en la crisis de 1982. Est� en el tratamiento local del tsunami global de petrod�lares de fines de los 70, producto de la suba del precio del petr�leo (y de la renta de los pa�ses petroleros). Como en los 90, como en los 2000, el origen de la �ltima crisis argentina est� en nuestro h�bito de jugar al filo en los momentos buenos sin guardarnos un resto para los malos. Los economistas lo llaman "prociclicalidad, cortoplacismo". La estrategia de la cigarra.



Si 2002 fue una versi�n mejorada de 1983, 2013 remite a 1953: la desprofundizaci�n del modelo para subsanar los d�ficits gemelos de pesos y d�lares.



Contra lo que parece, nuestra historia econ�mica reciente no es circular: refleja un aprendizaje, un avance zigzagueante. Las hiperinflaciones de los 80 crearon la aversi�n a la inflaci�n de los 90; la crisis cambiaria de los 90 cre� la aversi�n al endeudamiento en d�lares de los 2000. El proceso se repite, con distintas fechas, en el resto de Am�rica latina.



Por eso, la historia no se repite. La inflaci�n de hoy no es la de hace treinta a�os, como tampoco lo es la exposici�n cambiaria. En los 90, una devaluaci�n generaba la quiebra de deudores dolarizados (p�blicos y privados) con ingresos en pesos. Hoy, una devaluaci�n tiene el efecto contrario: m�s exportaciones, sustituci�n de importaciones y repatriaci�n de capitales fugas en busca de activos repentinamente baratos en d�lares. Como en 2002. Si todas las crisis emergentes fueron en su origen crisis de moneda, en la Argentina pesificada del presente no hay lugar para una crisis emergente.



En estos 30 a�os, la econom�a argentina se debati� entre falsos dilemas (industrializaci�n sustitutiva de importaciones o "industrializaci�n de la ruralidad" con destino exportador; salarios altos en d�lares o salarios competitivos en d�lares y pleno empleo; Estado regulador o Estado empresario) y prejuicios (el ingreso de capitales como fuente de debilidad; la industria como principal generadora de empleo; el ahorro como ajuste). Con una tendencia al d�lar atrasado y un �nfasis en el consumo sostenido, dupla de alto r�dito electoral.



Paradoja: el recelo natural (o la indiferencia) de los gobiernos hacia los "capitanes de la industria", sumado al alto costo financiero local, internacionaliz� al sector privado. El proceso adquiri� dimensiones distintas en las �ltimas dos d�cadas, pero el resultado fue el mismo. El empresariado nacional fue uno de los claros fracasos de la econom�a en democracia.



En perspectiva, la econom�a, partiendo de un pozo profundo, mejor� en democracia. No obstante la extrema volatilidad, se creci� y se consolidaron los recursos fiscales (parte de los cuales se us� para extender la cobertura social: asignaciones, moratoria previsional). Pero el crecimiento no es desarrollo. El desarrollo, como crecimiento sostenido con equidad, se insinu� en los primeros a�os de la poscrisis, pero no logr� sostenerse (de nuevo, no somos distintos: la mayor�a de los pa�ses de la regi�n enfrenta hoy una desaceleraci�n y se replantea su modelo de crecimiento).



Demasiado caros para competir con los tigres asi�ticos y no lo suficientemente productivos para emular a Australia, oscilamos entre d�lar alto y protecci�n (Alfons�n), d�lar bajo y apertura (Menem), pol�ticas defensivas (De la R�a, Duhalde), entre d�lar alto y protecci�n (Kirchner), d�lar bajo y protecci�n (Kirchner), sin dar con la f�rmula de la felicidad econ�mica. La falta de modelo se combin� con la falta de consenso para maximizar la dispersi�n del debate y minimizar la continuidad de pol�ticas. �El pr�ximo har� lo mismo?


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